No fue fácil
llegar.
Para poder
hallarte
tuve que cortar
esa cinta de tiempo que me ataba al olvido,
he aquí las
tijeras más eficaces del recuerdo,
afiladas con un
simple perdón de lo querido.
Lo oportuno en
la gracia del cielo, mi amor…
Mira aquí mis monedas
con la herrumbre de viajar por lo eterno
hasta expiar las
faltas que nos da lo infinito,
travesía de
andar por los caminos con el gesto disperso,
con esa voz baja
y llorada por la amargura de verte en la distancia
como señal de
faro que no alcanza mi cuerpo,
y alzar una
plegaria al soplo de la brisa
para que me
eleve en olas de esa extraña certeza a la que llaman fe
hasta caer rendido,
sin alas, en tu sueño.
¿Acaso no he
dejado la piel en la frontera
como un muro que
tapia lo terrestre
para poder
amarte en lo intangible?
¿Acaso no te he
dado constancia,
con los versos dictados
por mi voz,
de esa presencia
innegable,
prueba de mi
existencia en esta vida?
¿Acaso no he
secado con un soplo venido de lo alto
la humedad de
tus lágrimas
para que con su
sal aprestes la sonrisa?
Amor…
Para poder
hallarte tuve que superar las infranqueables barreras de la muerte,
no descreas más
de lo imposible cuando nadie nos mira y hago la señal.
La patria de las
ilusiones cobra bien caro la estadía.
Créeme…
he pagado mi precio por estar.
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