Que nadie jamás pueda ver, la huella secreta
que dejan tus manos; testigos del Tiempo,
desnudas de todo, se vuelven mi rastro.
Por eso las beso como besa el viento
tendiendo los puentes de aromas y labios,
por eso amanezco con flecha en el arco
y doy en el blanco del verso soñado.
Que nadie jamás pueda ver, la huella desnuda,
el rastro que deja mi alma en tus manos.
ESTEBAN DIEGO FERNÁNDEZ (333-55)
DEL POEMARIO: «EL DOBLAR DE LO INEFABLE»
22 DE MAYO DEL 2024