Ya no entiendo este mundo sin mirarte

Ya no entiendo este mundo sin mirarte.

Te veo pasar por mi campo de latidos como si fueras suspiro en pleno vuelo…

como si fueras paloma remontando con sus alas la ternura

que florece en el invierno de mis manos.

Te veo pasar como la luz de una estrella entre mis ojos cerrados que te sueñan…

y te imagino raza de hembra sin dobleces,

alma sembrada de fe que me provoca a la patria del pecho con su credo,

barro que tiembla entre mis manos de alfarero que te encumbran 

llenando el cuerpo de mi soledad cuando la noche pasa y…

si pudieras doblar el tiempo una vez más,

si pudieras cruzar desde el otro lado –los límites de este mundo- hasta encontrarme…

yo dejaría entonces en tus huellas la ciudad de mis hambrunas y mis espejos

y me haría lluvia que arrecia, con bravura, cuando la cabalga el viento

pa’ borrarte todos los rastros y que nadie más pueda saberte el rumbo 

por dondequiera que la Tierra sea testigo de tu vuelo, 

rompería todas las trampas…

Me envolvería en mil sombras en la esclusa de tus horas para no quedarme ciego,

besaría furia y canto –de los lobos y los grillos- por el filo de las noches entreabiertas,

andaría yo pensándome en el cielo que me incluye que es el cielo que te canta,

allí… donde ruge como azote la voz gris de la tormenta y abre en código el silencio,

donde la respuesta a la pregunta que me tiene está en el pulso del sendero que te trajo.

Te veo llover por los aires como lágrimas del Tiempo…

y se me arruinan fronteras en los cardinales locos 

de la brújula inexacta del deseo.

Amor…

ya no puedo prescindir de un segundo sin hablarte,

ya no puedo beber el aliento de tu boca sin ser tuyo…

ya no entiendo este mundo -de imposibles- sin mirarte.

Esteban D. Fernández

Del Poemario: “De lo que fue dictando un sueño”