En
ocasiones era tu mano asiéndome con un lazo de amor
para no
precipitarme en los escollos del destino…
o mi
silencio sin fisuras para que no confundieras mi voz con otras voces
en las
ensoñaciones de la noche,
a veces era
una simple lágrima caída desde los ojos de alguien
para que no
me doliera en la tristeza la realidad que nunca pude.
¿Quién eras
tú temblando como una hoja de otoño
que el
viento sacudiera en su desvelo?
¿Quién era
yo escondido entre el follaje de una verde alameda
como un
pájaro que con su canto señala el sitio del encuentro?
En
ocasiones no éramos nosotros los que andábamos por el largo corredor
que tejía
la usura del sigilo en nuestro sueño…
sino un
ruido de pasos fraguado en lo invisible, como de niebla,
que dejaba
un rastro de dolor inmortal saludando
a través de
la grieta que se cumple, mi vida, en el misterio.
A veces…
sólo era el
tiempo limpiando sus despojos y echándolos por el borde de la sombra,
era cuando
nos anudábamos lo triste en la sonrisa
como un
soplo de recónditas endechas…
y entonces
nos quedaba para luego,
para
después o para siempre
esa
respuesta a la pregunta que no hicimos,
la que se
contesta allá en el porvenir y no esperamos
porque brota
debajo de lo absurdo, de lo doliente y lo callado.
¿Quiénes
éramos aquellos, los de entonces,
en medio
del lagrimeo de una brisa que humedecía el beso en nuestros labios?
¿Cuál
horizonte cierto prolongó la intemperie con sus nimbos
hasta
proyectarnos el lugar más indicado?
(No hay
alas de impiedad que nos sostengan.
No hay
cielo de mentir que nos cobije).
Porque en
ocasiones
eran sólo
mis manos en la fractura de la noche,
escribiéndote
algún mensaje para hoy,
ése, que
habrá de definirte.
Esteban D. Fernández
Del Poemario: "De lo que fue dictando un sueño"
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