Sólo yo puedo verte en tu
silencio…
cuando miras pasar por la ventana
de este siglo
el soplo de un recuerdo con que
iguales fechas te cobijan,
cuando en gastado ademán indagas
sobre el pasado cierto de las cosas,
cuando evocas quizá por la
costumbre que te trajo otra edad que el tiempo atesora,
cuando vuelves al sueño para
acortar distancias con mundos imposibles,
esos sitios extraños donde nadie
ha llegado excepto con la avidez de la memoria.
Allí es donde me encuentras,
envuelto en la bruma nostálgica
con que me acerca el viento,
caído de lo alto con las alas en
vuelo que aletean en código,
dejándote una pluma debajo de la
almohada que custodia el secreto
con el que habremos de cumplir antiguas
profecías,
augurios inscritos a pura
dentellada por la brisa sobre una hierba pálida y celeste
que aspira todavía a ser árbol en
flor por los altillos de la dicha.
Qué inútil se me hace este
escondido ingenio de palabras
que crece y crece sobre mi
corazón.
Qué deseable tu boca que mi
inconmovible pasión sellara con un beso.
Yo te pregunto ahora entre
nosotros:
¿por qué brillas tan hondo cuando
callas
hasta hechizar mi cielo con tu
luz?
¿por qué no puedo sofocar tu
quemadura de reserva
en la oscuridad de mi existir?
No hay nadie en ti que me conteste
porque soy el acorde de tus
labios en lo callado.
Y aunque sólo yo puedo verte en
tu silencio,
mi amor… eres el verbo recobrado.
Esteban D. Fernández
Del Poemario: "De lo que fue dictando un sueño".
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