Aspiro a que estas palabras sean ininteligibles, porque lo que busco es precipitarme al fondo del abismo. Infierno o cielo, ¿qué importa? Hay que ir hasta el fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo.

domingo, 18 de diciembre de 2022

Siempre he de volver



Amor…
no me dejes pasar sin haber inscrito mi nombre 
a puro fuego en cada puerta de tu vida,
ni sin que veas, disimulado entre las páginas del tiempo
ese séquito de indicios que dejé en el ayer para después de hoy, 
con el que habrás de comprender la intención secreta de mis pasos,
esos pasos invisibles que nacen debajo de tus huellas para rectificarte el rumbo 
y se interponen continuamente entre la oscuridad y tu caída.

¿Acaso no corrijo desde siempre tu camino de errores con mi esfuerzo de ángel en la vereda de la eternidad?
¿Acaso alguna vez no te fui arrebatado de un fulgor del futuro por los esbirros del revés y el infortunio?

Pero no temas.
Siempre he de volver.

Aunque me roben las reliquias que llevo en cada mano para traspasar el umbral que me lleva a tu encuentro,
aunque el susurro que me anuncia se haga viento
y choque contra el muro de tu atención y se extravíe,
aunque se me quiebre el talismán con que derroto
a la noche que dice que no estoy y trae tus lágrimas,
aunque la lluvia borre el olor de mi caricia.

¿Acaso no he cambiado el vocablo inservible 
en las tablas de la revelación?
¿Acaso no fui más que mortal para adorarte, 
aunque eso significara lo cruel de mi destierro en otra lejanía? 

No olvides que marchas en hombros de gigantes,
que yo estoy en tus manos y crezco por mí mismo,
que soy el canto impetuoso que sale de los labios de tu dicha.
Cuando me llamas por mi nombre y me convocan de lo alto,
asumo la forma de tu sueño porque debo llegar hasta tu orilla,
para completar el designio de una idea o borrar la sombra en tu sonrisa.

Porque broto y florezco en tu sangre cada día, 
aunque nadie lo crea.

Aunque nadie perciba este mundo de siempre que ha llegado conmigo,
y yo sea para todos nada más que una luz o un jirón de niebla en lo intangible,
apenas un sol breve que nació entre los muertos, 
como un destello ritual de lo imposible…

Amor…
nada me impedirá cruzar los límites marcados 
por Dios y por los hombres. 

Eso nunca lo dudes.
 
No temas. 
Siempre he de volver.

ESTEBAN D. FERNÁNDEZ
DEL POEMARIO: “DE LO QUE FUE DICTANDO UN SUEÑO”.

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